4 may 2009

La diminuta sala 2

- Déjame entrar, o me desangraré delante de tu televisor-
el invierno duraba demasiado en aquella zona de la vieja Europa. Había piscinas, muchas, en un par de horas visitamos mas de diez piscinas, todas ellas envueltas en un vaho atmosférico de resonantes ecos de pabellón deportivo, también había muchos chavales en bañador azul que intentaban olvidarse del frío, unos nadaban y otros cortaban cabezas.
Vimos también a una gitanilla descalza con un par de ojos enormes y poco más: un huevo que debió pertenecer en otros tiempos a un tal Colon, -un torturador tratante de comercio negro y aficionado a las expediciones suicidas- y un pantalón de pijama impermeable. La gitana sueña con la muerte cada noche cuando trepa en el anonimato del tiempo eterno, por un canalón congelado y espera tras el ventanal ser abierta a la vida con las tripas gritandole al oído que ella nunca podrá nadar con los demás niños sin cabeza.

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