6 abr 2008

El portazo

Fue Larry, y digo bien: Larry, el que cerró la puerta y tiró todos aquellos libros a la basura, no pretendía cambiar de vida pero sí que intentaba restablecer algunos parámetros, las cosas a veces se tuercen. Muchos dijeron, años mas tarde, que había sido Emily la que lo había convencido, la que había puesto a su pareja contra la espada y la pared, pero lo cierto es que fue él y solo él el que tomó la decisión de dejar aquel mundo. No fue fácil pero facilitó bastante las cosas, después de tres meses de dura lucha las aguas volvieron a su cauce y a partir de entonces todo fue coser y cantar. Hace años que nadie lo ve por la plaza, viste un luto riguroso e increpa a los jóvenes que escupen por las calles o blasfeman en su suerte, verdaderamente no parece la misma persona; lo que quizás pase desapercibido es que antes de comprar todos esos libros, antes incluso de aprender a leer correctamente, mucho antes de aquello, cuando Emily era un sueño aun, Larry dibujaba cuervos encima de los álamos que adornaban su terraza, antes ya había sido un firme defensor de la teoría del caos, había amado muchas otras vidas, había aprendido las posibilidades del color y había olvidado, ya muchas veces, como se abrían las puertas, y desde luego, por aquel entonces ya odiaba la altanería de los jóvenes. Fue mucho más tarde cuando se le ocurrió dejar de ser Larry, había llovido hasta la saciedad y los pactos ya se habían pactado y entonces todos pensaron que Larry era un montón de cosas, cosas en onda, fueron otros los que no supieron ver que aquello que proporcionaba sueños en espacio- tiempo no podía llamarse Larry, pero nadie quiso pensar en el polvo, en la materia y se encariñaron con las palabras y el terrible muestrario de dientes. Fue Larry el que cerro la puerta.

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