7 abr 2008

La gabardina

Llovía a cantaros cuando Larry salió del café, por suerte había previsto aquel inconveniente y vestía su gabardina verde, regalo de su vigésimo tercer cumpleaños. Aquella gabardina lo había salvado en días mucho peores que aquel y aunque ya estaba pasada la moda militar, aquel chambergo guerrillero estilizaba su redonda figura y le daba peso suficiente como para dibujarse potente en el cuadro urbano, le encantaba verse reflejado en los escaparates, parecía un poeta. La lluvia empapaba sus pantalones vaqueros y empezaba a notar el frío húmedo en sus piernas pero no podía pararse a esperar la salida del arcoiris pues apenas tenia tiempo para recorrer la distancia que lo separaba de su destino, los taxis exigían una suma que excedía en mucho su poder adquisitivo de ese momento y los autobuses estaban atestados de gente lo que le producía ataques de pánico, la única solución fue ponerse a correr. Corrió y corrió hasta que vencido por el cansancio se le ocurrió que tenia que dejar de fumar, había dejado de llover y se fue a meter en un portal para tomar aliento pues los bancos de la calle estaban empapados. Imposible predecir la fatalidad que acarreó su decisión:
Larry murió a las 21, 00 horas del veintitrés de junio de dosmiltres, el humo alertó a los vecinos de la calle Ansiedad numero 13, que no pudieron hacer nada por ayudar a nuestro joven amigo, pasto de las llamas. El informe forense reveló que Larry había muerto por un ataque al corazón. La humedad, la fatiga el sobrepeso y el asma no soportaron aquella ultima calada.
Al parecer Larry se había desprendido del peso de su más que mojada gabardina y en pleno ataque torácico no se preocupó mucho de apartar su cigarrillo caído en un repliegue formado en su recién comprado y seco jersey de lana. Su gabardina no desapareció, estaba junto a las llamas, olvidada en los escalones, entre la puerta y el entresuelo...

1 comentario:

Dama Atómica dijo...

Siempre hay objetos que perduran en el tiempo misteriosamente.

Un beso